
Detrás de tu boca hay un acorde que denota dinamita. Estoy tan loco, que no sé sí toda mi locura radica en las emociones. Todo emerge del sentir de mi hemisferio de mi parte emocional del cerebro de lo pasional, aquel hemisferio en dónde no entra la razón.
Adéntrate mujer en mi locura, entra en mis travesuras luciféricas en el divino pecado del deseo, del lugar donde se funde el amor, del caballero oscuro vestido de gala para recrear tus sueños, extraño señor, pero de buen corazón.
Como buen albacea, guardo todos tus secretos, te apunto todos tus detalles, te visto de emperadora romana dispuesto a que me gobiernes, bajo un séquito de petrorianos dispuesto a alcanzar y visualizar tu belleza.
De la coherencia, la simpleza. De lo hermoso, lo impuesto. Y, de los cuerdos, los locos. Loco, como yo por tí.
Me muerdo la boca, por no poder más pecar. Me insta a pecar, aunque yo más no quisiera. Me creas tan confusión, que yo pido tu absolución, que yo me hago cargo de toda tu condena, que yo seré reo, de esta cárcel de la idoneidad, que dará paso a volar hacía el paraíso.
Conseguiré dejar de estar cuerdo, para estar loco.
Pero, ¿Dímelo tú?
¿De verdad estoy loco?
Díme, sí estoy cuerdo.
O, de verdad estoy loco.
Loco, por besar tu boca.