Los lobos solitarios como la noche se van despacio a su guarida hasta que amanezca el día. Algo tardío andan perdidos en el hastío de la muchedumbre y de la estampa salvaje de la flora a punto de llegar a su punto más álgido cuando empiece la primavera.

Busco una solución, una idea ingeniosa que haga saltar todas esas cadenas que me atan al chillido inconfesionable que es la verdadera vida, la cara Be, de todo lo que no se puede ni ver ni escuchar con nitidez en la cara A.

No hay más apelativo ni epítetos a está vida que a veces es un tormento, pero que a menudo erradía felicidad.

Siento y percibo que temeré la noche más de dos veces, pero habrá una voz en off desde la ultratumba que me dirá que no ha de temer la noche, que estará ella para darme su beso de buenas noches y me llevará a su lugar de refugio eterno.

No sólo no ha de temer las noches, si no también me dirá que le explique cada noche todo lo que me haya sucedido por el día, todos los 365 días del año de todos los años que me quede por vivir.

Padezco del mal que me pueda suceder cuando ella se enoje cuando yo no haga las cosas tal y como ella quiera que las hagas, porque ella mirará desde arriba que lo haga bien, y que vaya por el buen camino.

Cuando faltes, no sólo no te recordaré todos los días de mi vida, sino que nunca te olvidaré el resto de mis días, y que siempre, siempre me quedará con la esperanza de algún día volvernos a ver.

Ahora toca, tenerte hasta que el señor quiera, y nunca dejaré de amarte más allá de la muerte.

Avísame de despedirme de mí cuando cierres los ojos, y piensa en un mundo mejor que te vas a encontrar con personas que han formado parte de tu vida en este mundo, y de nuevo lo vas a volver a ver.

¡Siempre Fuerte!