UN PASO AL FRENTE

A veces, en la vida, llega el momento de dar un paso al frente. Nos encontramos rodeados de personas que nos invaden, que intentan dictar cómo debemos vivir: cuándo sonreír, cuándo lastimarnos, cuándo llorar o enfurecernos. Nos bombardean con expectativas que, día tras día, afectan a muchos de nosotros.

Hay quienes afirman: «Pienso, luego existo». Y es cierto que algunos actúan como protagonistas de su vida, mientras otros se colocan como observadores, adaptándose a las circunstancias. A veces se limitan a influir en los actos de los demás, permaneciendo inmóviles y ajenos al verdadero impacto de sus acciones.

Pero aquí estoy, dispuesto a enfrentar la realidad. No creo en una vida más bella que la que tengo, ni en otra después de ésta. No veo más allá del presente que me permite el tiempo, y vivo consciente de que cada día es un regalo que no se repite.

Sentimientos como la rabia, la injusticia, el arrepentimiento, el dolor y la angustia nos atraviesan, pero al final, la única compañera que nunca me abandona es la verdad.

La verdad. Sí, esa compañera constante, con su peso implacable. Mis pensamientos se asientan en la lógica de la verdad, no en la simple afirmación de actos, sino en su ratificación a través de hechos tangibles y argumentos sólidos. No me basta el tiempo de una vida para demostrar que un sentimiento sincero vale más que mil palabras vacías. Un «te quiero» puede desvanecerse, pero una caricia sincera habla más que cualquier beso. Y un reclamo nacido del alma tiene más peso que los años que me quedan por vivir.

Sé de dónde vengo y hacia dónde quiero ir. Tengo claro en qué momentos detenerme y cuáles son los destinos que tendré que enfrentar. Sin embargo, la realidad me invita a descubrir dónde residen mis secretos más profundos. Si algún día me extraviara, sé que recurriré a mi única certeza: «Morir con la cabeza en alto.»

No soy un sabio, ni un modelo a seguir, ni un príncipe, ni alguien de gran relevancia. Pero soy un manantial de silencios, y cuando libero mis tesoros internos, lo que ofrezco es claridad y pureza. Como esas aguas cristalinas que, al mirarse en ellas, reflejan fielmente lo que soy y lo que deseo transmitir.

Minuto a minuto, segundo a segundo, palmo a palmo, sigo adelante con la certeza de que el tiempo perdido aún puede recuperarse. Todo a base de mirar al frente, de sentirme orgulloso de mi trayecto y, sobre todo, de no bajar los brazos. Jamás me rendiré ni me resignaré.

Rectificar a tiempo es crucial, y fijarse objetivos es esencial. Solo con persistencia, el tiempo y los años recompensarán el esfuerzo.

¡Eh, tú! ¡Levántate y anda!