
Me complace invitarle a mi guarida, junto a mi inseperable compañera, la soledad. Sé que no soy perfecto porque la perfección no existe. Mi guarida se inundó hace más de una década. La tuve que rehabilitar a base de una estructura, con la fe de las más estrictas y estoicas convicciones de que jamás se iba a llenar de tierra y posterior lodo de unas aguas turbulentas de esos años del cólera, donde era indispensable no beber de esas aguas. Pero bebí. Bebí de aquellas aguas turbias y me acabé dañando el cuerpo y la mente. De pequeño, aprendí que los grandes líderes también dejan de ser tales líderes y acaban con su hartazgo de oligarquía y finalizan su vida en su más triste y funesta soledad. Yo, a veces, he utilizado mi dedo acusador no sólo para acusar y enjuizar a los de mi alrededor, sino que también lo he utilizado a lo largo de mi vida para acosar. Lo digo porque cómo he dicho en la introducción de este artículo, yo no soy perfecto. Siendo un imberbe, me he reído y me he mofado de las desgracias de los demás, me he regodeado en las penurias de las personas que necesitaban que le prestará mi apoyo y mi amistad, y así yo acabé activando mi dedo acusador. Lo que no sabía es que dicho dedo acusador se volvería en mi contra, y yo acabé por estar en una isla a lo náufrago, sólo y con mi balón «Wilson», como única compañía. He sentido frío en el invierno y un calor abrasador en el verano, en el cuál he visto tan cerca mis últimos días que en la actualidad, entre quimeras y emociones alternas, intento ser y crear mi propio alerquín de sueños fluidos y de esperanzas reparadoras, que me lleven a ser aquel hombre que se dio cuenta, que a esta vida se viene a disfrutar, y no se viene a sufrir y a discutir con nadie. Lo que verdaderamente me importa es que el dedo acusador no se active, ni para tí ni tampoco para mí. Y a todo el que viva con la espada de damocles, que la cicuta no se le acabe aplicando y tomando. Todo lo demás es pura y dura oligarquía y un autocratismo tóxico e ilegal, que dejan a los seres humanos sin la cosa más importante para vivir: LA LIBERTAD.